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Aun cuando cada familia emigrante tiene su propia historia, de seguro la que contamos a continuación identifica en diversos aspectos a muchas de las que llegaron a Chile durante el primer tercio del siglo XX.
Aquí los protagonistas son las familias Fraile y Sánchez, quienes zarparon desde el puerto de Bilbao a fines de 1909 para completar en el vapor Lima (una especie de Titanic de la época, ya que por ejemplo era un barco moderno de fierro y no de madera), un recorrido que contemplaba surcar el Atlántico para llegar a Buenos Aires (Argentina), pasar luego por Bahía Blanca (Argentina), cruzar el Estrecho de Magallanes (Chile) y subir por el Pacífico con rumbo a Valparaíso (Chile) y El Callao (Perú).
Estos “clanes” no se conocían en España, pero durante esta larga travesía se fueron relacionando y formando cierto grado de amistad. Y una vez en Chile, su destino sería similar, ya que ambos se dedicarían a actividades ligadas a la industria panadera. Los Fraile dando vida a la panadería América, que funcionó hasta finales del siglo XX, y los Sánchez trabajando primero en la panadería Ambos Mundos (en la década del ‘20) y en la San Antonio, para más tarde formar el molino San Luis y luego el Don Quijote (en Curicó), hasta hoy en actividad.
La familia Fraile era proveniente de la ciudad de Castrodeza. Sixto Fraile Fraile estaba casado con su prima Jacinta González Gallego y ya tenían un hijo (Lucio) cuando emprendieron el viaje a nuestro país en busca de mejores perspectivas económicas, trayendo a su cargo a un primo de 15 años (Fructuoso Gallego) y a otro joven de la misma edad que era hijo de unos amigos del pueblo. En su tierra natal, Fraile era obrero agrícola y su mujer ayudaba a su padre a criar a sus hermanos, ya que éste había enviudado cuando ella tenía sólo 10 años.
Por su parte, los Sánchez eran de la ciudad de Piña de Campos (cerca de Palencia). Herminio Sánchez estaba casado con Aurea Gato y en su aventura a América venían acompañados de sus 5 hijos (Rafael, Francisca, Vicente, Severino y Ángel). En la madre patria, a diferencia de la mayoría de sus compatriotas que vinieron a Chile, ellos ya trabajaban en panadería.
Desde luego, este viaje representaba para ambas familias un encuentro con su destino, el inicio de un camino largo, pero lleno de esperanzas, para forjarse un buen futuro para los suyos y sus descendientes. Pero las cosas no iban a ser tan fáciles…
De acuerdo a las memorias de Francisco Fraile (a partir de la información que le transmitieron sus padres, Sixto y Jacinta), tras poco más de 2 meses embarcados y ya habiendo completado la mitad del trayecto, luego del paso por el Estrecho de Magallanes, una gran tormenta hizo que el Lima encallara tras de chocar contra unos roqueríos frente a la Isla Guamblin (XI Región), el 5 de febrero de 1910. Dado el fuerte oleaje, se temió que la nave se hundiera, por lo cual se trató de llevar a los pasajeros hasta la misma isla, que se encontraba a unos 100 metros de distancia.
De este modo, por ejemplo, se lanzaron inicialmente al agua algunos bueyes (hay que señalar que el barco era de carga y pasajeros) amarrados con sogas para ver si podían nadar hacia la isla. Pero la bravura del mar terminó estrellándolos contra los acantilados y dejándolos sin vida. Luego se intentó con varios barriles de aceite, pensando que ellos podrían amainar la intensidad del mar… pero nada sucedió. Más tarde algunos tripulantes intentaron llegar a la isla con suertes dispares, pero allí quedaron aislados. Como pasaba el tiempo y la situación del navío se volvía crítica, se decidió intentar el desembarco de los pasajeros en algunos botes, donde se acomodaban en grupos por afinidad parental.
En una de esas lanchas se designó a la familia Fraile. No obstante, cuando ya habían embarcado Sixto Fraile con su señora e hijo y uno de los jóvenes que venían a su cargo, se dieron cuenta que el segundo no aparecía por ninguna parte, ante lo cual don Sixto se negó a realizar el viaje, diciendo: “Juntos veníamos y juntos partiremos, lo haremos en el siguiente bote”. Y ello fue providencial, dado que, por desgracia, a medio camino hacia la isla, la pequeña embarcación volcó a causa del fuerte viento y se desintegró contra las rocas ante el estupor de quienes miraban desde el Lima. La muerte de la mayoría de sus ocupantes fue instantánea.
Así, los pasajeros del Lima estuvieron durante 5 días varados y sin poder bajar a tierra. Ello, hasta que un buque carbonero (el Hathumet) los divisó y se puso en contacto para ejecutar las labores de rescate. Claro que ellas también fueron dificultosas debido al clima reinante. Y es que, al no poder acercarse al Lima, la estrategia de desembarco consistió en amarrar a los pasajeros por la cintura y tirarlos al agua para que los arrastraran y elevaran a cubierta desde la embarcación carbonera.
Sin embargo, como no fue posible sacar a todos los pasajeros (por un tema de capacidad del buque rescatista), éste partió a carga completa hacia Ancud y dio la alarma para que el barco de guerra Almirante Zenteno, pudiera desembarcar a los náufragos rezagados que aún quedaban en el Lima. Días después, todos los sobrevivientes fueron trasladados a Talcahuano en el vapor Victoria, donde arribaron el día 20 de febrero.
Sobre este episodio, los diarios de la época consignaron algunos detalles y relatos:
Telegrama del capitán Peters, al mando del buque Hathumet (15/02/1910):
“Vapor Hathumet llegó de la costa oeste de la isla Guamblin, con 188 pasajeros y 17 tripulantes del vapor Lima. Naufragó y está totalmente perdido. La mar rompiendo encima. Varios ahogados. 88 quedan todavía a bordo. Botes perdidos, he hecho todo lo posible. Manden asistencia inmediatamente con aparatos de salvamento. Todos salvados en tierra en Ancud”.
Telegrama del corresponsal en Ancud (15/02/1910):
“El capitán del vapor Hathumet dice que los botes tuvieron que mantenerse a considerable distancia de popa del Lima, a consecuencia del temporal. Todas las personas fueron echadas al agua desde la popa y se procedió al salvamento, embarcándolas enseguida en los botes.
Se conectó el Hathumet con el Lima por medio de un cable Manila de 500 brazas. Desgraciadamente la punta del cable se desprendió del Lima y se enredó en las rocas. De inmediato se mandó otro cable, pero como el temporal aumentaba, los botes no podían acercarse. En esos momentos el primer oficial acometió una tentativa atrevida y consiguió apoderarse del extremo del cable del Lima. Pero parece que amarraron muy tirante y el cable, pescando el bote, lo volcó. Se ahogaron a consecuencia en este heroico esfuerzo, el primer oficial, el cuarto ingeniero, el carpintero y un mozo de nacionalidad española.
Los botes del Hathumet salvaron a cuantos pudieron. Se hicieron señales al capitán del Lima cuando ya no quedaban más botes y se le indicó que el mal estado del tiempo obligaba a continuar viaje a Ancud. El Lima quedó tumbado hacia el lado de estribor, en medio de una densísima neblina; parte de la cubierta está bajo el agua y también sus botes sumergidos, sin poder acometer el salvamento de los que están a bordo, por lo que el buque se encuentra en situación sumamente peligrosa”.
Telegrama del corresponsal en Ancud (17/02/1910):
“El señor Intendente de la provincia ha atendido a los náufragos, distribuyéndolos en distintos domicilios, proporcionándoles alimentos y ropas… Damos la lista de los inmigrantes salvados del vapor Lima que se encuentran en Ancud. Faltan datos de 106 personas, de las cuales quedaron a bordo del Lima 88: Carmen López, Artube Saturnina, Margarita Vaquer, José Prat Porcel, Teresa Gorriarán, Antonio Isnuardo, Rosalla Isnuardo, Pedro Tatché… Sixto Fraile, Jacinta González, Lucio Fraile, Mariano Fatás, Concepción Castillo, Concepción García, Antonia Brunet, Paulino Alonso, Eduardo Ruiz… Herminio Sánchez, Aurea Gato, Rafael Sánchez, Francisca Sánchez, Vicente Sánchez, Severino Sánchez, Ángel Sánchez, Teodoro Tesias, María Masana, Nemesio Casanova… Martina Calvo, Celedonia Calvo, Moisés Arza, Pabla Gómez, Mariano Gómez, Josefa Fano, Ricardo Gómez, Felix Gómez… Hilario Aldea, Alfonso Pérez, Concepción Martínez, Palmira Pérez, Rosendo Luch Massana, María Tassais…”.
Detalles del salvataje. Las Últimas Noticias (21/02/1910):
“Recibimos órdenes de aligerarnos de ropa en lo posible. Semidesnudos, éramos amarrados a un cabo y tirados hasta el bote de uno en uno, empezando por las mujeres. Casi todo el trayecto entre el Lima y el bote lo recorríamos por debajo del agua, pues el cable no tenía la tensión suficiente para llevarnos por el aire. Hombres y mujeres nos agitábamos desesperadamente para procurar nadar, para llevar siquiera la cabeza fuera del agua. A pesar de estos esfuerzos, tragábamos agua en gran cantidad…El procedimiento resultaba realmente terrible. A los hombres se les obligaba a llevar un niño en brazos, de otro modo no se les permitía su salvación. Una vez en los botes, cuando llegábamos al número de 20, se nos conducía al Hathumet. Al llegar a este vapor, los tripulantes cogían a los niños y mujeres, los despojaban de sus empapadas ropas y los cubrían con mantas. Los hombres nos íbamos al departamento de máquinas y nos secábamos como podíamos La tripulación del Hathumet nos atendió solícitamente y se logró trasbordar a 202 personas”.
Arribo a Talcahuano. Las Últimas Noticias (21/02/1910):
“A las 11 am fueron desembarcados. Qué cuadro más conmovedor presentaban aquellos desgraciados que habían perdido todo en el naufragio. Ligeramente vestidos con las ropas que los habitantes de Ancud les habían proporcionado, caminaban llevando a sus pequeñuelos en los brazos… Lo que más llamó la atención, es la conformidad de la que hacían gala. No manifestaban en ningún momento decaimiento de ánimo y parecían dispuestos a olvidar pronto las penalidades pasadas…”.
Fuente: Libro Siglo XX: Historia de nuestra panadería. 2016/José Yáñez, Lucio Fraile y Marcelo Gálvez.
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