FIN DE AÑO: Tiempo de reflexión
Pablo Piwonka Carrasco
Director revista PanArte
En 2024, la industria panificadora de nuestro país enfrentó desafíos y oportunidades en un contexto económico cambiante, con una demanda constante de los productos ligados a un sector que sigue siendo fundamental para la economía nacional.
Las cifras son categóricas: con un per cápita que supera los 86 kilos al año, Chile se encuentra entre los países con mayor consumo de pan en el mundo. Esto subraya la importancia de nuestro rubro, no solo desde el punto de vista alimentario, sino también desde lo laboral y económico.
Sin embargo, las amenazas de un mercado cada vez más competitivo, el alza en los costos de insumos y la creciente preocupación por los impactos ambientales, generan una serie de retos que marcarán la pauta de los próximos años.
Según la Federación Chilena de Industriales Panaderos (Fechipan), alrededor de 5.500 panaderías operan en el país. De este universo, las pequeñas y medianas empresas son responsables de más de 100.000 empleos, lo que demuestra su relevancia para la economía local, especialmente en las clases medias y bajas donde representan más del 50% del consumo.
Estos números no solo reflejan la cultura chilena, sino que ponen al pan como un producto esencial de nuestra canasta básica. Sin embargo, el contexto económico de 2024 ha dado un giro hacia la presión inflacionaria, con aumentos en los precios de insumos fundamentales como la harina, el gas y las grasas, lo que ha impactado en sus precios finales.
Otro aspecto señalado como crítico en los últimos años es el uso de combustibles contaminantes, donde la emisión de material particulado afecta la calidad del aire en diversas zonas del país, generando una presión creciente sobre las autoridades para impulsar tecnologías más limpias en los procesos productivos. El Gobierno ha dado pasos importantes al introducir los Acuerdos de Producción Limpia (APL), del que incluso somos parte como gremio y que buscan la modernización del sector hacia un modelo más sostenible y menos dañino para el medioambiente.
No obstante, este año también fue un periodo donde la industria panificadora ha demostrado su capacidad de adaptación. A pesar de la incertidumbre económica y los desafíos operativos, las panaderías han comenzado a adoptar nuevos estándares de producción, tecnología y diferenciación de productos, no solo para hacer frente a la competencia, sino también para mejorar sus márgenes de ganancia.
En este sentido, se observa una tendencia a la innovación en alimentos como panes integrales, sin gluten, artesanales y otros que buscan captar a un público más exigente, además de contribuir al crecimiento de nuevos nichos en la industria. El 2025 se ve próspero, así que hay que mantener los hornos encendidos con más fuerza que nunca.
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