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Historia de una panadería o el cierre de un ciclo







Por Ricardo Sánchez

Director de Indupan A.G. y dueño de Panadería La Castilla



En pleno corazón del barrio Yungay, donde la vida industrial marcó la historia de un vecindario que poco a poco se fue transformando en un espacio residencial, existe una panadería que lleva más de 100 años de historia. Este establecimiento, que nació a principios de 1900, es hoy un referente que está a punto de cerrar su ciclo.


Panadería La Castilla, que mi familia adquirió en 1961, fue testigo de una época dorada en la que el barrio, conocido entonces como Balmaceda, estaba lleno de fábricas nacionales y de una vida laboral frenética. En esos tiempos, el pan no solo representaba un alimento básico, sino que era el alma del lugar, el centro social donde los vecinos compartían historias, problemas y soluciones.


Cada rincón, cada esquina, estaba impregnada con los olores y sonidos de la panadería, que no solo alimentaba a la comunidad, sino que también era un espacio de encuentro, de esas copuchas que siempre se compartían con una sonrisa.


Cuando era niño, este vecindario era tranquilo. Aunque estaba cerca de lugares conocidos por su agitación, como Chiflón y el Diablo, nosotros jugábamos sin miedo y el trabajo se hacía sin prisas, con las ventanas del reparto abiertas, mientras el mundo pasaba lentamente.


Hoy, eso se siente distinto. La seguridad, que antes era parte de nuestra tranquilidad, ha desaparecido, y ahora sentimos que necesitamos reforzar cada rincón como si viviéramos en una fortaleza. La transformación de la zona, con el cierre de las fábricas y el abandono de la vida industrial, ha cambiado el paisaje y, con ello, nuestra relación con el barrio.


Lo cierto es que esta panadería cumplió su ciclo. Ya no es el centro social de antes, ni el lugar al que todos los vecinos acuden por el pan de cada día. La comunidad ha cambiado y, con ella, el sentido de pertenencia. Los nuevos habitantes ya no conocen la historia de este negocio que por décadas fue parte esencial de sus vidas.


Aunque los lazos con los vecinos siguen siendo cordiales, el espíritu del lugar ha ido desapareciendo y con él ese sentido de comunidad que nos hacía sentir parte de algo más grande.


Sin embargo, no podemos dejar de valorar lo que fue. Esta panadería fue un negocio, pero también un lugar lleno de memorias e historias que marcaron a varias generaciones. A lo largo de los años, hemos intentado mantenernos presentes, apoyar en rifas, ser parte activa de la comunidad, pero llega un momento en que las circunstancias cambian, por lo que este cierre es el fin de una etapa y también el final de una era en este barrio.


Este cierre no solo marca el final de un negocio familiar, sino también el de una tradición que, lamentablemente, se desvanece con el tiempo.


El barrio Yungay ya no es el mismo. La panadería, que una vez fue testigo de su historia, ahora es solo un recuerdo, pero uno que permanecerá en la memoria de quienes vivimos su apogeo y conocemos el valor del pan hecho con cariño. De quienes sabemos que, aunque los ciclos cierren, las historias siempre quedan.

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PANARTE © 2021
Revista de panadería y pastelería
en Chile por INDUPAN

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