Pastelería California: La esquina más dulce de Ñuñoa
- Giselle Palominos
- 6 may
- 4 Min. de lectura

Por más de seis décadas, pastelería California ha endulzado los momentos de varias generaciones de ñuñoínos desde su esquina en Avenida Irarrázaval, a pocos metros del actual Teatro Municipal de la comuna. “Nos consideramos una pastelería tradicional”, afirma de entrada su administrador Ricardo Sáez. Y lo cierto es que la palabra tradición no es una etiqueta más: en abril, el local celebró 61 años de ininterrumpida vida familiar, manteniendo intactos muchos de sus sabores originales, esos que “transportan a la infancia, a un cumpleaños con los abuelos o una celebración con seres queridos que ya no están”.
En un escenario donde muchas pastelerías históricas han desaparecido del mapa urbano, California ha logrado sostenerse. Parte del secreto está en su coherencia: recetas que no se han modificado, ingredientes fieles a su origen, productos frescos y elaborados artesanalmente cada día.
“Si vienes muy temprano es posible que no encuentres tortas o pasteles listos… y si vienes muy tarde, probablemente ya no queden”, explica Sáez. Eso, lejos de ser una debilidad, es para ellos una prueba de frescura y éxito: todo lo que se produce se vende el mismo día. En esa dinámica vive la fidelidad de los clientes, pero también en su capacidad de adaptación. Las recetas nuevas se prueban, pero si no son bien recibidas, simplemente se dejan de hacer. “La gente siempre vuelve al sabor clásico”, sostiene.
Y si bien este salón de té conserva el mismo aspecto de las últimas tres décadas, también ha sabido integrar elementos del presente. La carta, por ejemplo, es digital y se accede mediante código QR. Además, cuentan con pedidos en línea y redes sociales activas. “Antes todo era por teléfono o presencial, hoy nos piden desde regiones y el extranjero”, explica su administrador.
Legado familiar

La historia de esta pastelería no se puede contar sin mencionar a la familia Giordano, fundadora y aún propietaria del local. Giuseppe Giordano, su patriarca, sigue yendo cada mañana a preparar café para el público. “Le gusta conversar, estar presente, saludar a cada uno...y eso también hace la diferencia. Para él, todos los clientes son importantes, vengan de donde vengan”, comenta Ricardo Sáez. En ese espíritu de cercanía y respeto también se construye el equipo humano que da vida a California. Hay trabajadores que llevan décadas: Mirtha Cabrera y Guillermo Hidalgo, por ejemplo, superan los 30 años de servicio.
“Cuando converso con ellos me dicen que les gusta su trabajo, que le tienen cariño al “CALI” ; –como lo llamamos internamente– y eso es fundamental”, indica Sáez. Incluso Rosa Contreras, hoy jubilada, sigue visitando con frecuencia las instalaciones, sin perder el vínculo que se genera en estos negocios con tanta historia”, explica.
La oferta de este emblema de Ñuñoa tiene un producto muy representativo: la once completa. Su origen se remonta hace más de 40 años, y su encanto está en la combinación dulce-salada, ideal para acompañar un café o té. “Hay grupos de profesoras jubiladas que vienen una vez al mes solo por eso. Es una tradición que se mantiene viva”, cuenta su administrador.
Frente a la multiplicación de cafeterías y pastelerías en la zona, Sáez es claro: “Tenemos más competencia, pero muchos clientes vuelven porque se dan cuenta de que no es lo mismo que acá”. Esa fidelidad es un reflejo del cariño que hay hacia quienes los prefieren, del respeto por sus tiempos y la cordialidad. “Los nuevos son tratados igual que los antiguos. A todos los guiamos, saludamos y nos despedimos. Ese trato personalizado es parte de nuestra esencia”, puntualiza.
Esos mismos atributos les han permitido incorporar opciones sin azúcar, pensadas inicialmente para personas con restricciones médicas, pero que hoy han cautivado a un público que busca alternativas saludables.
Un pasado glorioso que mira hacia adelante

Basta sentarse una tarde en el salón de té del California, para ver llegar a familias
completas, a amigos de toda la vida o personas solas buscando una taza de café que les sepa a memoria. Este lugar es parte del alma de un barrio, del corazón de una comuna.
Sin embargo, el futuro de la pastelería pasa también por mirar el horizonte e innovar. Por ejemplo, ya operan con un sistema ERP, pedidos web y canales digitales, aunque todavía hay mucho por mejorar. “Estamos en proceso de modernización, incluso con nuestras máquinas y vehículos de transporte. La cadena de frío, por ejemplo, es fundamental para nuestro rubro”, enfatiza Ricardo Sáez.
Por ahora, no hay nuevas tiendas físicas, aunque sí una sucursal virtual que llega a cualquier parte del país –y fuera de él– con envíos coordinados desde su casa matriz. Lo esencial sigue siendo conservar el capital humano, adaptarse a las nuevas generaciones y sostener el legado de Giordano, cuyo sueño al cumplir 50 años era seguir 50 años más. “Ese es nuestro mayor desafío: continuar celebrando la vida de nuestros clientes con una torta, un pastel, un café compartido”, reconoce su administrador.

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