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Ramón Sarratea Vial, nuevo director de Indupan




Santiago


Desde el 8 de junio y tras la Asamblea Anual de nuestra asociación, Ramón Sarratea Vial se convirtió en el nuevo integrante del directorio de Indupan Santiago. A sus 27 años, es el integrante más joven de dicho grupo y, probablemente, también de nuestra historia gremial.

Se describe como “nacido y criado en panadería”. Y, como muchos industriales, comenzó a ayudar en su adolescencia en el negocio familiar. Pero al salir del colegio, optó por estudios universitarios y se formó en ingeniería comercial en la Universidad Adolfo Ibáñez.

Estuvo un tiempo en una empresa de otro rubro, pero cuando ya consideró que tenía la

experiencia necesaria para ser un real aporte, retornó a trabajar con su familia.

Su panadería está ubicada en calle Neptuno, muy cerca de la esquina con Salvador Gutiérrez. Se llama “Panificadora San Sebastián”. Allí trabajaban ya por muchos años sus padres, Fermín y María Angélica.

La historia familiar en torno a la panadería parte en la segunda década del siglo pasado, cuando arriba desde el País Vasco a Chile Miguel Arraztoa, quien a poco andar llegó a tener 2 establecimientos en la comuna de La Cisterna: La Atacama y La Sureña.

En el año 1953, él trajo a Chile a sus sobrinos. Entre ellos a la madre de Fermín Sarratea, Benita Istilart, quien tenía 18 años. Ella partió trabajando de cajera en la panadería La Sureña. Mientras lo hacía, retomó el contacto por carta con Ramón Sarratea (vecino y pretendiente de su pueblo), quien le escribía desde Argentina.

Él se trasladó a Chile para trabajar también en la panadería La Sureña y casarse con ella. Después de algún tiempo se independizaron abriendo una avícola en Viña del Mar. Estuvieron en esas labores por 4 años y de forma muy exitosa. Pero decidieron volver a la capital para asociarse con Simón Echenique, esposo de una hermana de doña Benita, con quien compraron la panadería La Sureña y luego incorporaron Las Magnolias.

En 1981 disolvieron la sociedad. Echenique se quedó con Las Magnolias y Ramón Sarratea le compró su parte para ser dueño único de La Sureña. Desde entonces trabajó codo a codo con su esposa y, además, contó con el apoyo de sus hijos Antonio y Fermín.

NUEVA GENERACIÓN


Fermín Sarratea dio sus primeros pasos en la panadería entre los 11 y 12 años, cuando ya colaboraba en labores de aseo y como mesonero. Al salir del colegio y justo cuando la panadería ya era de su familia, se enfocó al 100% en trabajar en ella, asumiendo responsabilidades importantes.

Junto a su hermano, que era 4 años mayor, tuvieron que ir involucrándose cada vez más en el negocio, ya que desgraciadamente su padre se enfermó y en 1983 falleció.


Su madre continuó a la cabeza de todo y los hijos la apoyaron, pero vivieron momentos muy complejos. Como no les iba muy bien, Antonio se quedó en la panadería con su madre y Fermín se fue a trabajar de mayordomo a la panadería Santa María Elena, que era de su tío Juan Cruz.

Tras 2 años retornó a la panadería familiar. En 1988 ingresó a estudiar Administración en Panadería en Inacap, donde adquirió importantes competencias en lo teórico y práctico. Al egresar, Fermín empezó a trabajar para independizarse y casarse. Y por un aviso en el diario llegó

a la San Sebastián, que era de unos conocidos de sus padres. Entregó un monto de “pie” y pactó letras por 4 años para saldar la diferencia. Logró a hacerse cargo el 1° de mayo de 1992 y al día siguiente se casó.

Los primeros años fueron muy difíciles. Como había muy poco personal, de inmediato su esposa María Angélica se hizo cargo de la caja. Había sólo un mesonero y 3 panaderos. Fermín apoyaba como panadero, repartidor o en lo que fuera necesario.

Al terminar de pagar la panadería, lo primero fue contratar una cajera para que María Angélica

pudiera salir un poco del local y así estar mejor preparados para que la familia creciera. Así llegaron Ramón, Sebastián y Carolina, quienes crecieron en torno a la panadería.

TERCERA GENERACIÓN

Los primeros recuerdos de Ramón, nuestro nuevo dirigente, es estar jugando con la masa, lleno de harina y tratando de imitar el trabajo de los panaderos. Luego saltan a su mente esos momentos en que imaginaba que la panadería era una cancha de fútbol y junto a su hermano “peloteaban” con su padre.

A los 14 años su padre le pidió que en vacaciones se acercara a los panaderos para conocer más en profundidad su trabajo. Así que comenzó elaborando panes, “juntando las pelotitas, que salían de la ovilladora” y “doblando con palos”.

Al poco tiempo ya ayudaba a su padre a elaborar pan… y a los 16 salía a repartir. “De a poco, pero de forma segura, fui conociendo el rubro de la panadería… Ya era normal que en los feriados

estaba en la sala de ventas, para ayudar a atender y a cubrir en las labores que fueran necesarias”. En esos años, eso sí, su interés era el fútbol y después del colegio siempre estaba entrenando.

Pero su paso por la universidad lo cambió todo… Tras trabajar en finanzas en una empresa del rubro minero, optó por retornar a la panadería, que era lo que le gustaba.

En la actualidad –dice- junto a su padre ve todo lo vinculado con la administración de la empresa.

Así su formación profesional y los conocimientos que le ha transmitido su progenitor, le han permitido empoderarse cada día más como industrial panadero.

“He podido unir los dos mundos. Llegar con nuevas ideas. Respetando también la tradición y la forma en que se obtienen buenos resultados con este negocio. Hay que ver de qué manera se puede lograr esa sinergia para seguir creciendo”.

Piensa que juntos les fue bien, pese a que el país no estaba enfrentando su mejor momento. “La producción aumentó y la marca generó valor”. Esto les permitió enfrentar las dificultades de la pandemia de mejor forma y hoy estar en pleno proceso de crecimiento. “La gente constató que


estábamos entregando un producto de calidad y con mejores precios que los supermercados… la gente nos prefirió y hasta salían sin permisos a comprar nuestro pan”.

Ahora, enfrentando los problemas en los costos de los insumos, por la inflación y la guerra, han debido ajustar sus precios. Pero la estrecha relación que tienen con los clientes y toda la información disponible en los medios, les ha permitido adecuar los valores (cuando no les quedó otra opción) sin tener mayores problemas con sus clientes.


DIRIGENTE


Ramón nos explica que llegó al directorio por invitación del presidente Juan Mendiburu, quien le comentó que era deseable que nuevas generaciones se incorporaran a estas actividades para apoyar con nuevas ideas y distintas visiones.

“Para mí fue una opción muy interesante, porque estoy en un proceso de aprendizaje y en el directorio hay personas con mucha experiencia, de los cuales puedo sacar muchas lecciones.

Además, si puedo ser un aporte, tanto mejor. Generar valor entre todos para la industria, es fundamental”.

Consultado sobre si le cambió su mirada de Indupan al pasar de ser socio a dirigente, nos indica que “siendo socios no siempre ocupábamos los servicios de la asociación. Pero ahora me estoy interiorizando de los múltiples beneficios que existen y de los cuales se puede sacar provecho”.

“Un desafío, creo, es que podamos promocionar los servicios de una forma más concreta. Por ejemplo, difundiendo consejos o tips firmados por los profesionales (abogado, tecnóloga en alimentos, prevencionista), sobre cómo proceder en tal o cual caso… así las empresas sabrán qué hacer y quiénes los pueden orientar”.

“Invito a los socios a informarse de todo lo que puede aportarles Indupan, porque son muchas las áreas en que les puede ser de gran ayuda”, concluye.

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