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SAN CAMILO, cumple 140 años


Su apuesta para los próximos años es innovar en la producción repostera y panadera, mediante el uso de energía renovable.








La permanencia de San Camilo se sustenta en valores familiares y empresariales, con austeridad, perseverancia, toma de riesgos responsable y la unión de las nuevas generaciones. Para la familia Ferrán, esa ha sido la clave para mantener el establecimiento que se encuentra en el corazón de los santiaguinos.

En este mes de octubre conmemora 140 años, fecha que la encuentra en un auspicioso momento, con una red de 63 establecimientos -dos de ellos salones de té- en 17 comunas de la capital, así como con la obtención del primer lugar en el Premio Nacional de Satisfacción de Clientes (sector minimarket).

Creada en 1884, conserva sus tradiciones, pero también ha logrado adaptarse a los gustos y tendencias de los clientes. A través de innovaciones tecnológicas desarrolló nuevos productos; se acercó a los consumidores con locales en el metro, centros comerciales y terminales y, desarrolló una tienda online que despacha a domicilio: www.sancamilo.com

La fábrica se mantiene en el lugar en el que se fundó en 1884 y donde -años después-, el catalán Antonio Ferrán Sabaté la adquirió: la esquina de San Pablo con Matucana, en el barrio Yungay de la capital.

En sus instalaciones se hornean marraquetas, colizas y la hallulla que, con cuño, es un producto distintivo que duplica en venta a las primeras y es la “estrella” junto al berlín de crema y la empanada de pino. Esta última es muy demandada y en septiembre venden más de medio millón de unidades. Según indica Alberto Ferrán, su gerente general, “los clientes elijen entre masa tradicional y hojaldre, de pino clásica o con ají, pino ave, queso o napolitana, entre otras. Es la misma receta de toda la vida. La hacemos hace más de 100 años”.

Un sello de San Camilo es la receta patrimonial. Mantecados, torteles de hoja, chilenitos, cocadas, almendrados y el Pan de Pascua hecho a mano se producen artesanalmente. La oferta supera los 300 productos de panadería, pastelería, bollería, helados, especialidades de cóctel y empanadas, con materias primas de calidad y respeto a la tradición. Su amplia gama incluye berlines, rollitos, dulces chilenos, medialunas, palmeras, muffins, magdalenas, hallullas, marraquetas, fricas, pan de completo, colizas, panes integrales, moldes, pan de cóctel, ciabatta, además de tortas de bizcocho, panqueque y hojaldre, con las clásicas chantilly piña y crema moka, así como tartaletas, pie de limón, torteles y kuchenes, entre otros. Y en 2021 se sumó una línea sin gluten con tortas, pan y galletas.

También en ese año se hicieron algunos cambios para representar mejor la esencia del negocio, que genera trabajo para más de 1.500 personas, siendo el 70% mujeres. En ese contexto, el mensaje “Lleva lo bueno”, ratifica la frescura y calidad en cada compra.

A su vez, se han alineado a una gestión empresarial responsable y en 2023 emitieron su primer Reporte de Sostenibilidad. Además, cuentan con el Sello Reducción de Huella de Carbono del Ministerio del Medio Ambiente y con certificaciones ISO en medioambiente, eficiencia energética e inocuidad alimentaria.

El clan Ferrán preserva el legado de esta reconocida panadería y su objetivo como una sociedad anónima 100% familiar, es impactar positivamente en la sociedad, siendo un ejemplo de integridad y de resguardo de la tradición del oficio. Por ello participan en la Cámara de Comercio de Santiago, en la Asociación Gremial de Industriales del Pan de Santiago (INDUPAN) y en la de Empresas Familiares (AEF).




De esos y otros temas PanArte conversó con Alberto Ferrán, quien señala que “ser la panadería más antigua de Chile es un orgullo que trasciende el tiempo. Cada día trabajamos para perpetuar el vínculo emocional con nuestros clientes, que nos han acompañado durante 140 años”. Agrega que ”la clave de nuestra permanencia radica en la dedicación de la familia Ferrán, donde cada generación ha aportado su visión y esfuerzo. Nuestro compromiso es no sólo ofrecer productos de calidad, sino también mantener ese sentido de comunidad que nos caracteriza”.

Sobre cómo han logrado mantenerse vigentes por tanto tiempo, explica que es “gracias a nuestra capacidad de adaptación y evolución. A través de los años hemos incorporado avances tecnológicos que nos permitieron desarrollar nuevos y emblemáticos productos. También, en los 60, remodelamos nuestro Salón de Té, creando un espacio emblemático para la conversación y el encuentro social en torno a la clásica once San Camilo. El crecimiento de Santiago nos llevó a abrir locales en lugares estratégicos, como estaciones de metro y centros comerciales, y hoy en día contamos con una tienda online que nos permite llegar a más comunas con despacho a domicilio”.

Asimismo, puntualiza que los valores que los identifican son “amamos lo que hacemos, cuidamos nuestro entorno, nos comprometemos con el cliente, lo hacemos cada día mejor y colaboramos como equipo”. Respecto de lo que, a su juicio, más valoran los clientes en el día a día, es “la cercanía, el producto fresco y nuestras valiosas recetas que han pasado de generación en generación para mantener la esencia que las hace únicas”.

Como elemento distintivo de San Camilo, Alberto Ferrán comenta que “nos caracteriza la atención personalizada y la experiencia de compra en nuestros locales, algo de lo que estamos muy conscientes”. En esa línea, apunta el fuerte compromiso por mantener los estándares más altos de calidad, razón por la que sus colaboradores de las áreas de producción, locales, administración, logística y mantenimiento, entre octubre del 2023 y julio del 2024, fueron capacitados o reforzaron sus conocimientos en inocuidad alimentaria.


Por último, en relación a los proyectos de desarrollo que pretenden abordar próximamente, Ferrán confidenció a PanArte que “estamos trabajando en modernizar la manera en que suministramos la energía para dar vida a nuestra producción. En consecuencia, hemos hecho un proceso de instalación de 360 paneles de energía solar, con una capacidad de generación de 200KW. Estos paneles nos permitirán ahorrar costos y reducir el impacto en la huella de carbono. Esperamos ponerlos en funcionamiento durante el mes de aniversario. De igual manera, este año obtuvimos el Sello de Reducción de Huella de Carbono Organizacional, lo cual reconoce nuestros esfuerzos para disminuir las emisiones de CO2. Este logro ha sido posible gracias a la renovación y modernización de nuestros hornos panaderos, los cuales ahora son más eficientes y amigables con el medio ambiente”.

Y como una forma de valorizar sus orígenes, aspiran a crear un museo con la historia de San Camilo en la casa de los abuelos Ferrán, que ya fue restaurada y es aledaña a la fábrica de San Pablo. Para este sueño han conservado las máquinas y reliquias originales, a fin de que las nuevas generaciones conozcan el esfuerzo y la creatividad que hay detrás de un emprendimiento familiar que ha permanecido en el tiempo y en las preferencias de los chilenos.


DATOS HISTÓRICOS

¿Por qué el nombre? Cuenta la leyenda que los empleados de la panadería la apodaron así por un santo de madera que una vez encontraron en la enfriadera, el lugar donde se acopiaba el pan cuando salía hirviendo de los hornos.


Sobre quien fundó San Camilo y cómo funcionaba en sus inicios se sabe poco. Según algunos historiadores fue fundada por en 1860 por la familia Besoaín. Sin embargo, 1884 es el año oficial documentado. En 1913 la adquirió José Ferrer Torres, quien previamente había trabajado en la panadería París. Con posterioridad adquirió la propiedad en 60.000 pesos de la época y, recién casado, se fue a vivir a los altos del local.


Ferrer, junto a sus hermanos Andrés y Antonio, formaron en 1913 la sociedad Ferrer Hermanos, que al cabo de un tiempo compraría también la panadería La Selecta y el molino San Bernardo. En 1943, el administrador de panadería San Camilo, Antonio Ferrán Sabaté, se integró a la propiedad de la empresa con el 45% del negocio. Para 1961 la sociedad quedó conformada en partes iguales entre los Ferrer y los Ferrán, cuyas familias trabajaron juntas hasta el año 2011, cuando la sucesión Ferrer Torres le vendió su parte a los últimos.

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