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En el corazón de Calama se escribe la historia de una exitosa industria de nuestro sector. Se trata de La Mascada, una empresa que hace algunas décadas fue fundada por Galvarino Núñez Gahona y que hoy vive días cruciales en la consolidación de su marca.

En estas semanas trabaja intensamente en levantar su nueva planta de producción en calle Coquimbo, de esa ciudad. Allí espera introducir moderna tecnología para aumentar volúmenes de producción y eficiencia. Todo al servicio de los locales que están en manos de la familia, de otras empresas y del público en general.

La Mascada es socia de Indupan. Esto, porque su dueño valora la actividad gremial, así como el apoyo que le pueda brindar esta asociación. Pero no sólo eso, sueña con que los industriales de su ciudad y región se organicen para enfrentar unidos los problemas del sector.

INICIOS

Don Galvarino creció en un ambiente de esfuerzo. Su madre era comerciante en la feria y él desde pequeño le acompañaba y ayudaba en las ventas. Eso, dice, le enseñó el valor del trabajo, así como a tener olfato para los negocios y las oportunidades. “Llevo el comercio en la sangre. Me sale por los poros. Me hizo destacarme en el mundo laboral después de los estudios, ya que yo venía de otra escuela. Ya me había ganado a la vida y eso me hizo ser más proactivo”.

La Mascada nace en 1998, cuando se desempeñaba exitosamente en empresas contratistas de la minería. Don Galvarino estaba casado y tenía 3 hijos. Su esposa elaboraba empanadas y tortas en casa, que vendía a pedido entre sus vecinos.

Para apoyarla en su deseo de trabajar en el área, invirtió un dinero y habilitó una amasandería y un pequeño almacén en el garaje del hogar. Era un negocio secundario en lo que a ingresos para el hogar se refería, pero era algo propio de la familia, que le permitía desarrollarse a la madre de sus hijos.

“Partimos elaborando hallullas, amasados y algo de batido. Además de productos de pastelería. Pero lo que nos destacó desde el inicio y a la fecha son las empanadas de horno. Hoy es el elemento principal que tenemos en la oferta. Crecimos en puntos de ventas y en cantidades con ellas”.

Pese a que no era un negocio de gran espacio, compraron maquinarias y todo lo necesario para la producción, exhibición y ventas. “En ese tiempo había liquidez, así que compramos un horno, una sobadora y una revolvedora, entre otras cosas. Lo necesario para operar correctamente”.

Don Galvarino recuerda que hubo una Mascada “cero”, años antes. Cuando él estudió en la universidad, estaba casado y con hijos. Entonces contaban con una sobadora pequeñita, una tabla, una batea; se hacía pan ahí y se vendía. “Quizás ahí estuvo el origen de todo”, dice.

Ya con su negocio formalizado a fines de los 90, colaboraba firmemente en las horas en que no estaba en su trabajo. Esto lo preparó para lo que vendría, ya que solo 2 años después de armarlo, la empresa para la que trabajaba quebró. Entonces optó por dedicarse a la panadería.

Esto fue el 2000. “A veces me salían trabajos esporádicos en mi área profesional y los tomaba, pero siempre poniendo el acento en el negocio familiar. Ya entre los años 2005 y 2008 elegí dedicarme 100% a esto”.

CRECIMIENTO

Cuando partieron con la panadería, sus hijos tenían 12, 9 y 3 años. Ellos crecieron y se formaron en torno al negocio. El mayor ayudaba en diversas labores, el del medio a armar las empanadas, colocando los huevos y las aceitunas después de colegio. “Cuando se agotaba se iba a acostar”, recuerda.

Con el paso del tiempo, todos aprendieron a hacer pan y a realizar diversas labores de la empresa. José, el mayor, años más tarde abrió su propio negocio. Siempre al alero de La Mascada.

Esta decisión se adoptó conversando en familia, ya que la casa matriz fue creciendo en tamaño y en producción, pero la venta en salón no lo hacía proporcionalmente. Esto, porque no contaban con una buena ubicación para la afluencia de público, por estar dentro de un pasaje.

Ante ello, decidieron salir a buscar nuevos locales. En primera instancia arrendaron 2 y lograron aumentar las ventas, pero por diversas razones tuvieron que cambiarse. Así llegaron finalmente a otros 2 locales que están en muy buenas ubicaciones.

Uno es un minimarket y local de comida rápida, a cargo de su hijo José –como ya se mencionó- y el otro quedó para la madre de sus hijos, que entonces era su esposa. Todo lo que venden de panadería, pastelería y empanadas proviene de La Mascada. Están muy bien ubicados. Uno en un sector de Codelco de personas con mayor poder adquisitivo y, el otro, en la ruta a la minería, con estacionamiento.

Indica que lo que se produce en la casa matriz, va en 90% al despacho, ya que entregan a los locales de la familia y a otras empresas. Por ello, la casa matriz creció a lo largo de los años. De los 60 metros cuadrados iniciales del garaje, llegaron a abarcar toda la casa familiar y la mitad de la vivienda del vecino que arrendaron. En el espacio restante, don Galvarino habilitó su residencia.

Pero esto no se detuvo allí. Este industrial tuvo la fortuna de que hace unos 35 años, su fallecida madre le regaló un terreno, traspasándole los títulos de propiedad. “Cómo yo era el más chico y el regalón, me lo entregó y me dijo que algún día me iba a servir… y el momento llegó”.

Está localizado en la calle Coquimbo y es allí donde en estos días están construyendo su nueva fábrica. “Es un terreno muy grande y apto para eso… hoy tenemos patente de amasandería y con ese salto apuntamos a dar el próximo paso, ser una panadería. Pero no cualquiera. Una moderna, compacta, tecnológica y altamente productiva. Con los más altos estándares de calidad en cuanto a los productos terminados, sus materias primas y a todo el proceso productivo”, dice.

En la primera etapa, partirán con la producción de empanadas y pan. La pastelería seguirá en la fábrica actual y esperan evaluar más tarde si esa área se trasladará también.

Hoy José, Francisco y Antonio, sus tres hijos, se dedican al negocio. Y ahora, con este nuevo proyecto, están 100% involucrados. Sin su apoyo, señala, esto no habría sido posible. “Le inyectaron vitalidad, energía, fuerza y juventud a lo que yo he trabajado tanto tiempo”.

“Este será un punto de inflexión, un salto cuántico que nos va a permitir pasar desde la segunda división en la que estuvimos por tantos años, a jugar en las ligas mayores”.


PLAZOS

A fines de febrero esperan cortar la cinta y a comienzos de abril tener ya la planta en plena producción para la inauguración oficial. “Queremos cumplir todas las exigencias. Sobre todo, las sanitarias que son tan importantes. En las otras áreas ya tenemos el camino definido, porque trabajamos con arquitectos y yo puedo apoyar con mis conocimientos de ingeniero constructor. Pero en lo que se refiere a la inocuidad de los alimentos y al tema Covid, aspiramos a esforzarnos sobre manera para cumplir mucho más de lo exigido”.

Este año iniciaron los trámites para registrar la marca La Mascada. Así, todos los locales que se abran llevarán ese nombre. “La idea es abrirlos en distintos puntos estratégicos de la ciudad, de acuerdo al olfato que nos indique lugares con proyección”.

“Ya tenemos La Mascada de Villa Ascotán, La Mascada de Grecia (un pequeño punto de venta), La Mascada de Villa Los Volcanes (de la ex señora), el Mini market de Los Volcanes (de su hijo José) y coronaremos todo con La Mascada de Coquimbo, que será la nueva fábrica”.

Al mirar su pasado, don Galvarino reconoce que haberse formado junto a su madre, una esforzada comerciante de la feria, le dio una fuerza y olfato clave a la hora de hacer negocios.

Sobre su producto estrella, las empanadas, dice que se han presentado a concursos.”Hemos sacado tercer y cuarto lugar, pero el público siempre nos prefiere a nosotros. Los clientes son los mejores jurados. Alguien que obtiene la copa puede vender 3 mil y nosotros entre pino y queso, llegamos a las 25 mil empanadas al mes… la cosa está clara. Ahora, con la nueva fábrica, nuestra proyección es llegar a vender 50 mil”.

Le preguntamos de dónde salió la buena fórmula para una empanada exitosa y nos dice que su ex suegro hacía empanadas. Con eso comenzaron, pero fueron perfeccionando la receta. “Yo creo que no existe la mejor empanada, ya que esto depende del gusto del cliente. Empanadas buenas hay muchas”.

Hoy el 99% de sus empanadas son de carne molida, pero aspira a consolidar una premium de carne picada a pedido con la fábrica en operación. Ya tuvieron una experiencia muy positiva en ello, al surtir pedidos de esa variedad para Codelco. Pero no siguieron por falta de capacidad de producción.

Ahora, con la nueva planta, la apuesta es tecnificar lo mayor posible para optimizar la mano de obra y mejorar la productividad.

GREMIO

Coherente con ese permanente afán de mejorar, don Galvarino ha sido un constante visitante de las Fipach, organizadas por Indupan Santiago. Recuerda que en la versión 2016, tuvo acercamientos con nuestro gremio. “Siempre me ha interesado la asociatividad, porque deseo perfeccionarme”.

Se inscribió en Indupan en esa feria. Después dejó de estar activo y se reincorporó el 2020. “Volví porque espero lo mejor de la asociación. Recibir todos los beneficios, asesorías y capacitaciones. Valoro mucho el apoyo en interpretación de leyes que nos hacen, ya que muchas veces son engorrosas. También destaco las invitaciones a reuniones online, que son muy útiles. Ahora, por nuestra parte, esperamos viajar con la mayor cantidad de personas posibles a la Fipach del próximo año. Esto nos sirve para conocer nuevas tecnologías, compartir experiencias con otros empresarios, cambiar de aire… en fin, desde todo punto de vista es provechoso”.

Sobre sus colegas de Calama, cree necesario organizarse para abordar en conjunto problemáticas comunes. Como por ejemplo, el comercio ilegal que afecta al rubro. “Ellos distorsionan. A uno le piden cumplir las leyes laborales, las normas sanitarias y un sinnúmero de cosas, pero ellos trabajan sin nada”.

“Ojalá podamos avanzar en organizarnos. Según un estudio que hicimos con estudiantes de Inacap (en el marco de asesorías de los Centros de Desarrollo de Empresas de Sercotec), en Calama hay unas 35 panaderías grandes y 300 amasanderías chicas. Esto para una población estimada de 160 mil. Sería bueno unirnos para mejorar aún más esta industria”.

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