ALBORES DE LA PANADERÍA EN CHILE

En el siglo XVII habrían surgido los primeros establecimientos formales, no sin antes concretar la instalación de molinos en las laderas del cerro Santa Lucía.
El asentamiento de población española en el actual territorio chileno no fue una tarea fácil. A diferencia de otras regiones del continente, El Reino de Chile carecía de minerales para establecer una colonia extractivista que atrajese a nuevas expediciones. Simultáneamente, las poblaciones mapuches locales se caracterizaban por su autonomía, habiendo rechazado el Incanato y resistiendo bélicamente a la ocupación hispana.
Como toda empresa de conquista, la preocupación por el alimento fue central en la expedición de Pedro de Valdivia. El historiador Aureliano Díaz Meza, afirma que la primera industria de Santiago sería la producción de tortillas de rescoldo. Éstas habían llegado a Chile mediante las indígenas peruanas que acompañaban a las huestes hispanas.
Las actas del Cabildo de Santiago permiten dar cuenta de esta gastro política, que gira tempranamente en torno al pan. Incluso antes de la incursión del toqui Michimalonco, el 18 de marzo 1541 el Cabildo ordena dividir el territorio en solares y chacras, así como construir acequias para repartir agua a fin de que los pobladores de la capital no dejaran de regar los panes; es decir, cultivar su propio trigo u otro alimento que sirviera como sustento y para elaborar pan.
La producción de pan se transformaría rápidamente en un asunto público de gran interés. En 1547 el alférez general Agamenón del Neli construyó el primer horno de leña para fabricar el pan de forma constante. Esto permitió instalar la primera panadería a cargo de Pedro de Almonacid.
En agosto de 1548 Rodrigo Araya, regidor de Santiago, evidencia la necesidad de un molino para la ciudad y solicita al Cabildo construirlo en la ladera del cerro Santa Lucía. La licencia le es concedida a condición de que comience de inmediato y que no interrumpa el cauce de las aguas. Algunos días más tarde, Bartolomé flores pide un permiso similar, que le es otorgado bajo las mismas condiciones, edificando su molino en la ladera norte del mismo cerro.
La aparición de molinos transforma la economía de la cadena trigo-harina-pan. A inicios de 1556 se fija un precio máximo por el trigo y la cebada, estableciendo multas a fin de fomentar la auto fiscalización. Ellas se pagan en partes iguales al denunciante y al tesorero de la ciudad. Asimismo, ante la ausencia de pesas en los molinos, el Cabildo ordena que sean provistos de éstas para que nadie sea estafado.
Durante la Colonia la regulación del precio será constante, ya que se entiende que el pan es un elemento central de la alimentación de los santiaguinos y que, por lo tanto, su acceso es un problema de bien común. La regulación estatal del precio del pan también implica combatir el acaparamiento y la especulación.
Hacia el primer cuarto del siglo XVII habrían surgido en Chile las primeras panaderías como establecimientos formales. Según Benjamín Vicuña Mackenna, es Mariana de Ercija quien en una fecha cercana a 1625, habría instalado en el Almendral (V Región) una panadería destinada a surtir los buques que llegaban al puerto.
Para el caso de Santiago no tenemos una fecha exacta de cuándo se funda la primera panadería. Pero Pereira Salas identifica hacia fines del siglo XVIII tres establecimientos en la capital, la panadería de Isabel Donoso, la panadería de Bautista Exerbete y la panadería de la Casa de Huérfanos, a cargo de Joe Navarro.
Estos locales habrían estado conformados por al menos 3 habitaciones. Una vecina al horno, posiblemente chileno, con tapa de fierro; una segunda para el amasijo, que contenía bateas en las que se amasa y, una tercera como bodega, donde se conservaban los implementos (rastrillo metálico para las brasas, palas para introducir el pan en el horno y tablas para poner el pan).
Fuente:
Libro Santiago Panadero de Daniel Egaña y Flavia Berger.
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