Cerros de chena pastelería familiar con identidad local

Desde cuchuflís a tortas personalizadas, este negocio ubicado en San Bernardo ha crecido junto a sus clientes, manteniendo la esencia artesanal, una cuidada elección de sus materias primas y cultivando un estrecho vínculo con su comunidad.

En una pequeña cocina donde el aroma a mantequilla, chocolate y vainilla se mezclan con los recuerdos, Claudia Carraha comenzó hace más de dos décadas a amasar una historia tan dulce como honesta: la de su pastelería Cerros de Chena, un negocio que nació por necesidad, pero que creció gracias al amor, persistencia y confianza de su comunidad.

Corría 1998 y Claudia, junto a su pareja Ricardo Nazar, se encontraban sin trabajo, por lo que decidieron hacer cuchuflís y venderlos en la salida de un colegio. Lo que en principio fue una forma de subsistencia, poco a poco se fue transformando en una vocación. “Siempre me encantaron los chocolates”, reconoce Carraha, por lo que empezó a estudiar repostería para luego perfeccionarse y experimentar. Y así, casi sin darse cuenta, el pequeño acto de valentía inicial se transformó en una empresa familiar.

El nombre Cerros de Chena fue elegido con el corazón y el arraigo de la zona donde están ubicados, en San Bernardo. “Estamos a los pies del Cerro Chena y queríamos un nombre que identificara al local con nuestro lugar”, dice. Hoy, su pastelería es un punto de referencia en la zona sur de Santiago, especialmente para los vecinos de su comuna, Calera de Tango, Isla de Maipo y Buin, donde las personas no solo compran totas, sino que también tejen vínculos duraderos. “Muchos de nuestros clientes nos piden la torta de matrimonio, luego la del baby shower, el bautizo, el primer cumpleaños y así. Hemos visto crecer a las familias junto a nosotros”, indica su fundadora. Esa cercanía ha sido, quizás, uno de los mejores ingredientes de su receta.

Oferta de excelencia

Cerros de Chena es artesanal en toda su esencia. Aquí no hay líneas de producción industrial ni fórmulas impersonales. Cada torta, kuchen, caluga o helado se hace con materias primas de alta calidad y con el mismo cuidado que Claudia tendría si cocinara para los suyos. “Elegimos lo mejor para tener el mejor resultado”, afirma con convicción.

Las fechas especiales -como Navidad, Pascua, Día de la Madre o Halloween- son momentos de verdadera creatividad. “Hacemos productos temáticos: galletas decoradas, tortas con formas especiales, queques en forma de casitas. Nos encanta crear cosas distintas para que la gente disfrute y también regale algo rico”, explica. Y si bien las tortas son las estrellas, los helados artesanales también tienen un lugar privilegiado en este negocio. Elaborados con los mismos altos estándares, han encontrado un público fiel que valora su sabor auténtico y proceso sin atajos.

Como en toda historia de esfuerzo, también hubo momentos difíciles. La pandemia los golpeó fuerte, pero ahí apareció el delivery para convertirse en una gran herramienta de sobrevivencia. “La gente no podía salir, pero igual quería compartir algo dulce en casa. Nosotros íbamos a dejárselo”, cuenta Claudia Carraha.

Por estos días, la pastelería está en una nueva etapa. Con presencia en redes sociales, una imagen cuidada y la administración profesional de sus plataformas digitales, ha logrado llegar más lejos que nunca. “A veces incluso llegan clientes de otras comunas solo porque nos vieron en Instagram”, admite su fundadora.

Y el futuro está en marcha. Uno de los grandes sueños es abrir una sucursal en Santiago. “Queremos llegar a más personas, crecer sin perder nuestra esencia”, dice. Es que cuando el trabajo se hace con pasión, honestidad y dedicación, los sueños no solo son ilusiones dulces, sino que se convierten en objetivos alcanzables, como las deliciosas tortas que ofrece Cerros de Chena.