De Pudahuel a Dubái: la ruta al éxito de Alex Hidalgo

Testimonio de resiliencia y amor por la vocación que eligió, este chef chileno nos contó su receta para brillar en una de las pastelerías más importantes de Medio Oriente.

¿Cómo llegó Alex Hidalgo a Emiratos Árabes Unidos (EAU)? Nacido en la comuna de  Pudahuel, es el cuarto de seis hermanos, y creció a escasos metros de una amasandería que marcaría su destino. En ese lugar, entre marraquetas humeantes y sacos de harina, compartió tardes inolvidables con Iván, su mejor amigo e hijo del dueño del local.

“Repartíamos pan en triciclo y comíamos hallullas calientes, recién salidas del horno. Esos recuerdos viven en mí como una estampa imborrable”, relata desde uno de los destinos más lujosos del mundo, Dubái, la ciudad más grande de EAU, situada en la costa del golfo Pérsico.

El vínculo con la panadería y pastelería siempre estuvo presente en su entorno gracias a Joel Morales, padre de Iván y chef pastelero, quien le enseñó sus primeras recetas clásicas, como tortas de piña, brazos de reina y lengüitas de gato.

“Me transmitió la pasión y dedicación que me dieron seguridad para entender a qué quería dedicarme”, afirma Hidalgo. Además, su hermana Alice, también estudiante de cocina, es una fuente de inspiración a nivel familiar.

Pero la vida no siempre fue dulce para Alex: a los nueve años perdió a su padre a causa de una enfermedad hereditaria. Desde entonces, la infancia se convirtió en una mezcla de trabajo precoz y rebusque, vendiendo CDs e involucrado en el arte callejero. Ese temple forjó al profesional autodidacta que años después haría de la cocina su escenario, enarbolando la bandera de la panadería como un embajador que ha recorrido Sudamérica y Medio Oriente.

Trazando el rumbo

Hidalgo es reservado en su manera de ser y expresarse. Se formó técnicamente en el Liceo A-78 de Quinta Normal, donde estudió Alimentación Colectiva. “Trabajé en casinos, aeropuertos y restaurantes”, señala. Aprendió de cocineros estrictos y apasionados, que lo empujaron a concebir un estilo propio basado en la disciplina, el respeto por el producto y una mirada más contemporánea del oficio.

Uno de los momentos que marcaron un antes y un después fue cuando vendió sus propios panes en metro Baquedano. “Ahí entendí que quería dedicarme de lleno a esto”, dice. Desde entonces no ha parado, haciendo clases de panadería sourdough (pan de masa madre) por distintas ciudades de Chile, lo que lo ha llevado a compartir su conocimiento en equipos multiculturales de trabajo en Dubái.

Sin embargo, uno de sus logros más importantes fue la etapa de su carrera ocurrida en Brasil, parada previa a su estancia en EAU. Alex abrió una panadería en el nordeste llamada La Marraqueta, convirtiéndose en uno de los primeros chilenos en introducir nuestro pan tradicional en esas tierras.

“Los locales lo comparaban con un pan típico de allá, el cascudinho. Además, cuando probaban la hallulla y dobladitas quedaban encantados”, cuenta entre risas. La pandemia obligó a cerrar el negocio, pero no apagó el fuego. Se unió a la empresa Reyes Magos, donde lideró un proyecto de dark kitchen con panes artesanales, croissants y fermentos naturales. Más tarde vendría Casa Nacre, una panadería en Natal que lo marcó profundamente, donde trabajó como coordinador del área de desarrollo y capacitación. “Fue un lugar donde pude expresar mi panadería y pastelería sin límites, rodeado de un equipo con la misma pasión y alegría”, puntualiza.

Tras dos años en Brasil, llegó una inesperada oferta desde Emiratos Árabes Unidos. Sin hablar inglés, pero con un contrato bajo el brazo, Hidalgo viajó a Medio Oriente para ser junior sous chef en la pastelería Flaky Pastry hasta que, gracias a su esfuerzo, ascendió hasta convertirse en chef de desarrollo (GS Chef).

“Pude llevar mi creatividad al máximo. Trabajar con materia prima de primer nivel y equipamiento de punta es el sueño de cualquier pastelero”, reconoce. Hoy no solo lidera procesos, también capacita equipos de distintas nacionalidades y mantiene una visión clara de la cocina como un acto formativo. “Siempre he pensado que nuestro rol como cocineros es educar, transmitir, enseñar y compartir”, indica.

Proyectar un estilo

Alex fusiona la panadería con la pastelería con precisión, ejecutando una técnica que respeta las raíces, pero que no le teme a la innovación. En ese sentido, agradece la herencia que recibió de Joel Morales, el padre de su amigo Iván, chef pastelero en los años 80 y quien le enseñó a preparar diversos productos tradicionales.

Aunque vive inmerso en un entorno de alta exigencia en una ciudad que se destaca por su lujo y sofisticación, este chileno oriundo de Pudahuel no olvida de dónde viene. “Las tendencias van y vienen, pero las bases culturales siempre están. Si las mezclamos bien, pueden salir cosas increíbles”, asegura.

A sus más de 30 años, Alex Hidalgo, el joven que vendía CDs y hacía malabares como sustento diario, es un testimonio de resiliencia y perseverancia. De las calles de Santiago a las vitrinas doradas de Dubái, su camino se fue fraguando paso a paso, hasta convertir una historia común en algo extraordinario.

“Podré ser un intérprete de recetas como todos los cocineros, pero sé que tengo algo que contar. Y lo quiero compartir con el mundo”, sentencia.