Diseño interior en locales: el espacio también cuenta historias
- Giselle Palominos
- 5 sept
- 2 Min. de lectura

Por María José Céspedes,
Diseñadora de ambientes en Wool
diseño+ambientes
En un mundo saturado de estímulos visuales y experiencias inmediatas, destacar en el rubro gastronómico ya no depende solo de ofrecer un buen producto. La arquitectura y el diseño interior han cobrado un protagonismo esencial en la construcción de marcas memorables, especialmente en locales como pastelerías y panaderías. La calidad es un punto de partida, sí, pero lo que realmente genera conexión con el usuario es la experiencia integral. Y eso comienza -y muchas veces se decide- por el diseño del espacio.
La relación entre pastelería y diseño va mucho más allá de lo estético. Se trata de una conexión estructural: mientras una trabaja con escalas, materiales, ingredientes y formas, la otra construye desde planos, texturas, colores y equipamiento. En ambas disciplinas, el foco es el mismo: el usuario y sus necesidades actuales. Por eso, el diseño de interiores cumple hoy un rol protagónico, al mejorar no solo la funcionalidad del espacio, sino también la experiencia emocional que este genera.
Detrás de cada local hay una historia que contar. A veces es una tradición familiar, otras veces un producto que busca posicionarse en el mundo gastronómico, o simplemente una necesidad del cliente que se transforma en una oportunidad.
Cuando diseño un espacio, no pienso solo en su distribución o estilo. Me enfoco en cada detalle, porque sé que cada elección -desde la iluminación hasta los materiales- contribuye a forjar una identidad, a provocar sensaciones y, sobre todo, a fijar un recuerdo en la memoria del visitante.
Diseñar es, también, narrar visualmente. ¿Qué mensaje quiero transmitir? ¿Qué sensaciones quiero despertar? Aquí es donde el visual merchandising y el marketing se entrelazan de manera estratégica.
En los proyectos que he desarrollado -en stripcenters, clínicas o dentro de grandes empresas-, he aprendido que el relato comienza desde la fachada: grandes ventanales, una paleta de colores cálidos y neutros que invitan, una iluminación pensada para destacar los productos, y una circulación fluida que guía al usuario de manera intuitiva hacia la caja.
Pero hay más: la música ambiente, los aromas que se perciben al entrar, la coherencia entre logo, packaging, carta y mobiliario, e incluso los “photo opportunities” diseñados estratégicamente para las redes sociales. Cada uno de estos elementos, si se usan con intención y no por moda, refuerzan la identidad del local y lo hacen más visible y memorable.
Vivimos en una era de alta competencia, donde el diseño no puede ser un accesorio. Debe ser funcional, sostenible y adaptable. Los multiespacios y los locales de paso son una respuesta a los nuevos ritmos de vida: prácticos, circulables, acogedores. Diseñar pensando en la rapidez, sin perder la calidez, es el gran desafío actual.
En definitiva, el buen diseño no se impone, acompaña. Y cuando lo hace con coherencia, emoción y propósito, transforma un simple punto de venta en una experiencia que las personas quieren repetir. Porque el espacio también cuenta historias. Y si está bien contado, siempre habrá alguien dispuesto a volver a escucharlas, o en este caso, a vivirlas.

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