Dulcería El Ingenio desde el Cajón del Maipo con el cariño de lo artesanal
- Giselle Palominos
- 8 ago
- 3 Min. de lectura

En 1975, Juan Eduardo Oyanedel y Magdalena Frugone decidieron establecerse en el Fundo El Ingenio, en pleno corazón del Cajón del Maipo. Con sus recetas caseras de manjar blanco, dulce de membrillo y pan de pascua lograron abrirse paso con los años y crear una marca de sello inconfundible: Dulcería El Ingenio.
Esta pastelería artesanal ya lleva atendiendo a varias generaciones de clientes con éxito y reconocimiento, lo que los ha llevado a abrir diferentes sucursales en la Región Metropolitana y consolidarse en nuestro mercado.
Margarita Oyanedel, hija de los fundadores y una de las actuales responsables de la empresa, cuenta que el negocio “nace del amor por la cocina y del lugar donde vivimos. Mis padres comenzaron con recetas tradicionales que elaboraban con ingredientes locales y mucha dedicación”.
Es precisamente ese espíritu donde cada producto se elabora con respeto, sencillez y un fuerte compromiso por lo natural y artesanal, lo que día a día se trabaja con convicción. “Me inspira mantener vivo lo sencillo pero rico, aprovechando la nobleza de los ingredientes y el entorno donde nacen nuestros productos. Probamos, ajustamos sabores, escuchamos a nuestros clientes y trabajamos junto a un chef que entiende muy bien nuestra historia”, cuenta Oyanedel.
Esa filosofía se refleja en tres verdaderas joyas de su oferta: la empanada de pino, el kuchen de manzana y la torta de mil hojas. Cada uno con su propio carácter y fieles seguidores, según nos relatan.
Y si bien Dulcería El Ingenio se construyó sobre la tradición, su mirada hacia el futuro es constante, empujándolos a ampliar su propuesta a productos como helados, lasañas, quiches y nuevas versiones de clásicos que responden a un consumidor más consciente.
En ese sentido, muchos alimentos provienen del mismo fundo donde todo partió, desde frutas frescas hasta agua de vertientes locales. Esta cercanía con la tierra no solo garantiza frescura, sino que también da sentido a una propuesta que valora la trazabilidad y el vínculo con el territorio.

Un lugar donde cada persona importa
La interacción con el público es un pilar de esta pastelería. La cercanía y escucha activa son parte importante de las labores diarias, por eso muchas veces son los propios clientes quienes inspiran nuevas ideas.
Sugerencias como incorporar bolsas reutilizables y ajustar sabores para el público infantil, todo es tomado en cuenta. “Los niños son muy participativos, especialmente en los helados. A veces hay que filtrar un poco, porque nos piden sabores muy artificiales, pero siempre tratamos de escucharlos sin perder nuestra esencia”, apunta Oyanedel.
Este pasión es, sin duda, una herencia. El Ingenio es una historia familiar donde su actual dueña trabaja junto a su hermana Romina -jefa de planta- y su hermano Guillermo, partes fundamentales del negocio. “Ver a nuestros padres orgullosos, seguir con personas que están desde el inicio y aportar al desarrollo de un equipo comprometido es lo que nos mantiene firmes”, reconoce Margarita.

Esa perseverancia ha dado frutos, porque la dulcería que se fundó hace medio siglo en el Cajón del Maipo hoy es una próspera empresa con tres tiendas -ubicadas en Providencia, La Reina y Las Condes- y fabrica una oferta de productos artesanales que incluyen masas horneadas, mermeladas, purés caseros, pastelería salada, helados, línea de cocktail y empanadas de horno.
Según la hija del fundador, su padre Juan Eduardo sigue presente en la planta. “Ya no trabaja formalmente, pero siempre aparece, camina tranquilo, observa y nos da consejos. A veces quisiera que se apurara más, pero su serenidad también es un regalo”, dice con afecto.
Sustentabilidad a toda prueba
Para Dulcería El Ingenio, preservar el medioambiente y actuar con conciencia es clave. Entre los proyectos más importantes en este punto están la certificación en HACCP, la adhesión al Acuerdo de Producción Limpia junto a Indupan y la modernización de luminarias para hacer más eficiente y sostenible su planta. De la misma forma, están desarrollando productos a medida para restaurantes y empresas, sin dejar de perfeccionar uno de sus alimentos emblema: las empanadas.

“Queremos seguir vigentes, manteniendo la calidad, innovando con identidad y cuidando cada detalle”, afirma Margarita Oyanedel. Y eso incluye avanzar en envases más prácticos y responder a un consumidor cada vez más informado, que valora lo sostenible y hecho con cariño.
En un país donde la industria pastelera se vuelve cada vez más competitiva, El Ingenio apuesta por lo esencial: pasión, respeto y autenticidad.
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