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El 21 de junio de 1958 se inauguró la panadería Vista Hermosa, ubicada en Avenida El Salto, en la comuna de Recoleta. Han pasado 63 años desde aquel hito y hoy la empresa vive una nueva etapa de la mano de sus actuales dueños.


Ellos son el matrimonio de Manuel Álvarez Martorell y Claudia Nova, quienes han logrado darle un importante empuje a la panadería, a pesar de las múltiples amenazas asociadas al estallido social y la pandemia. Esto, gracias a las decisiones que han tomado desde el 2017, cuando la adquirieron.


Pero la historia de estos industriales y su panadería, se inicia con la del padre de él, don Manuel Álvarez Fernández, a quien no sólo recordamos por su trabajo en el sector, sino porque fue secretario de Indupan Santiago hace algo más de 2 décadas.


Llegó a Chile a los 16 años, proveniente de Orense, Galicia. Viajó sólo, después de un año su tío y su madre se vinieron también a Chile. Él trabajó en la panadería Buenos Aires de nuestra capital. Allí los recibió su madrina Filomena Martínez y su esposo Adolfo Méndez, dueños de la panadería.


Después de un tiempo, don Manuel probó suerte en otra área y se convirtió en microempresario del transporte público. Llegó a tener cinco microbuses y fue dirigente de las “Diagonal”, que eran blancas con azul. Cuando vino la licitación del nuevo sistema de transporte (las micros amarillas) quedó afuera y debió partir de cero.


Con lo poco que le dio la venta de sus máquinas en provincia, pudo arrendar un minimarket en Mapocho con Cueto. “Con mi hermana ayudábamos el fin de semana; ella de mesonera y yo en la caja. Teníamos 14 y 15 años”, recuerda Manuel.


Esto fue entre los años 1995 y 1999. “Ese último año falleció mi abuela Rosa Fernández y ella dejó un dinero que mi padre utilizó para arrendar el 2000 la panadería Cardenal Caro, en la comuna de Lo Espejo, de propiedad de Francisco Otondo. Ahí despegó y se hizo conocido, porque trabajó con instituciones que repartían a los colegios. Entonces lo comenzaron a ubicar más en el ambiente de las panaderías y panaderías que se arrendaban. ¡Y se las ofrecían!”.


Don Manuel Castaño le ofreció y arrendó la panadería Villa Olímpica en Ñuñoa. Luego le ofrecieron y arrendaron la Nevada, en La Florida. Esa la trabajó junto a José Manuel Castaño (hijo del anterior empresario). Finalmente, Manuel Álvarez Devesa, dueño de la panadería Las Nieves (del paradero 24 de Gran Avenida), también se la ofreció y arrendó.


Manuel Álvarez hijo (con quien conversamos con motivo de esta nota) trabajó en ese local, mientras estaba en la universidad. Pero luego, tras retomar más intensamente sus estudios y titularse, se empleó en otra empresa para desarrollarse como ingeniero comercial.


Mientras esto ocurría, su padre estaba muy cansado y como ya los dos hijos tenían definidos otros caminos profesionales, decidió dejar algunas de las panaderías.

La Cardenal Caro sigue siendo de él. La Villa Olímpica la vendió a José María Narvarte de Pan Recoleta. Y además entregó la panadería de Gran Avenida.


Con la caja que hizo, en el año 2010 compró Panadería Vista Hermosa de Recoleta. La adquirió de Alejandra Martínez, hija de Florentino Martínez, quien antes la había adquirido de la familia Fraile.


El 2017 don Manuel tomó la opción de retirarse y su hijo –quien llevaba 8 años ejerciendo su profesión en una empresa tecnológica-, decidió comprarla y se hizo cargo. Tres años más tarde, su esposa Claudia, abogada, también se unió a trabajar en la panadería.


Manuel recuerda que su profesión le ayudó a modernizarla. Menciona, por ejemplo, que “cuando salió el tema de la boleta electrónica, fuimos de los primeros en concretarla, pues yo venía de una empresa tecnológica. De ahí en adelante han sido pioneros en digitalizar todo el quehacer de la panadería, lo que en ocasiones les permite gestionar sin tener que estar en ella”, comenta.


Junto con ello, Claudia Nova destaca lo que han hecho para modernizar igualmente la producción de la panadería, introduciendo maquinarias. La renovación de las vitrinas y la fachada. Además de mejorar la imagen en el salón con la incorporación de uniformes y sacos de papel para el pan con la marca.


A su vez han trabajado en tener diversidad de productos para satisfacer los distintos gustos. Hoy tienen panes reducidos en sodio para algunos hospitales, otros sin reducción y panes envasados con pre mezclas y Biosal.


“Estamos en una comuna donde hay mucha variedad cultural –agrega Manuel-. Especialmente la comunidad peruana. Entonces, comenzamos a vender pan de ese país. También estamos avanzando en etapas para pronto poder panificar con masas madres”.


Otra de las estrategias implementadas fue diversificar los canales de comercialización. Y en ese sentido desarrollaron la venta institucional. “Antes teníamos un par de repartos a almacenes y buscamos otro tipo de clientes. Como aún no estamos en el Convenio Marco, licitamos y nos adjudicamos el hospital San José (desde 2020), el psiquiátrico de Avenida La Paz (desde 2017) y el Regimiento Buin que también está en avenida El Salto (2019)”.


PANDEMIA

Consultados sobre cómo les afecto la pandemia, Manuel relata que inicialmente se produjo una “falta de stock en mercadería, guantes y un montón de cosas. Pero pudimos cumplir… Para evitar contagios teníamos que sanitizar diariamente todas las instalaciones y los vehículos, lo que nos implicó pérdida de tiempo y gasto de recursos, pero hoy, cuando ya todos estamos vacunados, es posible relajar esto un poco”.

Lo que sí relatan son los constantes problemas en el control de aforo, “ya que la gente no quiere esperar. Además, no tenemos los recursos para destinar a una persona para esta labor”.


La parte positiva fue que tras el “estallido social” y luego la pandemia, por los toque de queda la dotación del regimiento aumentó y, con ello, las ventas de pan.


El aspecto negativo fue el temor de que fueran a ser saqueados. “Nosotros no dormíamos porque pasaron muchas cosas cerca. Pero la misma gente que nos conocía nos cuidó, ya que han comprado acá toda su vida. Distinto fue para el supermercado del frente, al que saquearon 3 ó 4 días seguidos”.


Claudia agrega que la previa introducción del pago electrónico, no sólo les amplió el rango de público y los montos de las ventas en tiempos normales, sino que en pandemia les ayudó a estar vigentes, porque se prefirió esa forma de pago para evitar el intercambio de dinero.


Hoy Claudia se preocupa de estudiar las nuevas normas y la forma en que deben aplicarse. “Como panaderías tuvimos la suerte de que por ser ´comercio esencial´, no cerramos, pero trabajar fue complejo, ya que las ventas del mesón bajaron mucho y hubo muchas exigencias que cumplir”.


El próximo paso que esta pareja desea implementar, es ir entrando de a poco a las redes sociales. Por ahora no les interesa “el delivery como se ve en las APP, porque es algo más complicado. Entonces, la idea nuestra es usar alguna red social para que las personas reserven sus pedidos”, dice Manuel.


“Creo que la gente nunca se va a aburrir de la marraqueta, pero siempre te agradece que tengas un pan distinto… como antes, cuando te entregaban el kilo de pan con una hallullita. Nosotros procuramos tener algunos pancitos de hoja, pancitos de mantequilla, bocado de dama, hartos panes especiales. La idea es tentar a la gente siempre”, concluye.


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