Panadería El Yugo: crecer con fuerza desde el trabajo diario
- Giselle Palominos
- 8 jul
- 3 Min. de lectura

Marraquetas y el pan corriente son el orgullo de este negocio que empezó como almacén de barrio, pero que impulsado por el esfuerzo familiar, su apuesta por la tecnología y una producción eficiente, hoy se consolida como una marca de peso al sur de Santiago.
Por décadas, el almacén de Rosalinda Huenumilla y Luis Oñate llamado El Yugo, fue más que un negocio para los vecinos de San Bernardo: era un punto de encuentro, un espacio de conversación y abastecimiento para la comunidad.
Aquel pequeño local, levantado con esfuerzo y respeto por el trabajo, fue también el lugar donde los hijos de esta pareja crecieron observando el ejemplo silencioso de sus padres: amabilidad hacia las personas, responsabilidad y una ética laboral que marcaría el rumbo de sus vidas.
Con el paso del tiempo y el avance arrollador de los supermercados y grandes tiendas, el emprendimiento empezó a resentirse. La competencia era feroz, los márgenes estrechos y el modelo tradicional ya no bastaba para sobrevivir. Lejos de rendirse, la familia decidió dar un salto: incursionar en un rubro completamente desconocido para ellos. Con la intuición heredada de ser hijos de almaceneros, paso a paso comenzaron a adentrarse en el mundo panadero.

“Sin el apoyo del grupo familiar, hubiera sido mucho más difícil sacar el proyectoadelante”, confiesan desde El Yugo. La transformación fue paulatina. Primero amasandería, luego, con diez años de experiencia acumulada, se convirtieron en una panadería consolidada, debiendo en el camino familiarizarse con las materias primas, la lógica de los procesos, el funcionamiento de hornos y todo lo que a maquinaria especializada respectaba.
En la actualidad, El Yugo es ampliamente reconocida por su marraqueta y pan corriente, sin descuidar la elaboración de empanadas y pasteles. Todo bajo una filosofía clara: insumos de excelencia y procedimientos rigurosos. En su planta de producción, una moderna sala de ventas abierta al público convive con un gran salón de trabajo donde operan dos tipos de hornos -ciclotérmicos a piso y estáticos a lata-, además de una completa línea de equipamiento para corte, amasado y fermentación. A esto se suma una flota propia de vehículos para la distribución.
“Nuestro objetivo siempre ha sido garantizar productos de primera calidad. Usamos premezclas, masa madre y todo lo que esté a nuestro alcance para lograrlo”, explican. Aunque aún no han incursionado en panadería sin gluten, vegana o funcional, reconocen que es un desafío pendiente en el corto plazo.

Oferta y desarrollo
La rutina de producción comienza de madrugada: amasijo, fermentación, cocción y despacho. Todo bajo la supervisión de tecnólogos de alimentos y un entorno de formación continua en higiene y seguridad. Las charlas periódicas y el compromiso con las buenas prácticas son parte del ADN de panadería El Yugo.
Con el objetivo de diversificar su propuesta para el consumidor final, este negocio ubicado al sur de la capital no solo vende lo que elabora. En su moderna sala de ventas, también ofrece una amplia variedad de productos de consumo diario para los vecinos del sector.

Además, aclaran que, por ahora, abrir nuevas sucursales no es una prioridad, pues prefieren enfocarse en la calidad de la atención al cliente, en la fidelización de sus distribuidores y en potenciarse como proveedores para el retail y entidades estatales. “Estamos en plena ejecución de un servicio integral y moderno”, aseguran.
Asimismo, mantienen una presencia activa en actividades y eventos de la zona donde se encuentran, entendiendo que la colaboración y las alianzas con otros actores del rubro son claves para proyectar un crecimiento sostenible.
El camino de Rosalinda Huenumilla y Luis Oñate creando panadería El Yugo es, en el fondo, la historia de una familia que no se rindió. Que tuvo el coraje para reconvertirse, aprender desde cero y proyectarse con profesionalismo en una industria que ha cambiado mucho en los últimos años. Pero también es sobre las raíces que no se olvidan y de nuestro querido pan -ese alimento esencial- símbolo de unión y sustento familiar.
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