UN DESAFIANTE 2024
Difíciles, por decirlo menos, han sido los últimos años para las pymes chilenas, dado el complejo escenario político, económico y social que ha vivido nuestro país y que ha repercutido negativamente y de forma transversal en toda la población.
Desde el estallido social de 2019, Chile se sumió en una interminable ola de incertidumbre que no nos permite avanzar y pone en jaque los cimientos del desarrollo que habíamos conseguido alcanzar y mantener tras décadas de continuos y responsables esfuerzos.
Pero la agenda legislativa tomó un rol protagónico que, más allá de la ideas y opciones personales, no ha conseguido avanzar ni destrabar elementos que son clave a la hora de tomar decisiones y de invertir en una nación que, lamentablemente, hoy se muestra debilitada ante el mundo.
Dos procesos constitucionales fallidos se suman a los crecientes y alarmantes problemas de seguridad, junto a factores como el desempleo, la inflación, la baja productividad y la falta de mano de obra calificada. Todo ello constituye un entorno preocupante de cara a un año que, a su vez, estará marcado por elecciones municipales, como antesala a los comicios presidenciales del 2025.
El 2023 no dejó cifras demasiado alentadoras, ya que el año cerró con un crecimiento nulo, un desempleo de alrededor de 9%, una inflación en torno al 4% y un bajísimo nivel de inversión.
Asimismo, la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP) registró una caída en la Productividad Total de Factores (PTF) de entre 1,8% y 2,4% para la economía agregada (que incluye al sector minero), siendo las áreas más afectadas el comercio, hoteles y restaurantes (-11,8%), minería (-9,4%) e industria (-8,4%).
A ojos de los expertos el 2024 será muy desafiante económicamente, pues el nivel de desempleo se mantendría o incluso aumentaría; la inversión tampoco sería auspiciosa y estaría entre el 0,5% y 1% como máximo y, el PIB (Producto Interno Bruto) no superaría el 2%, estando por debajo de los estándares mundiales que apuntan como base mínima al 3%.
Y es que en un escenario en el que tenemos demasiados temas por resolver, como la reforma tributaria, el mejoramiento sostenible de las pensiones, el funcionamiento del sistema de salud (con o sin Isapres), el combate al narcotráfico y la regulación migratoria, entre otros, la incertidumbre está lejos de disiparse y todo apunta hacia un periodo complejo para empresarios y trabajadores por igual.
Como sector productivo relevante para la alimentación de los chilenos e intensivo en el uso de mano de obra, la panadería nacional está en extremo preocupada por el contexto antes descrito. Sólo esperamos que las autoridades políticas y legislativas estén a la altura de los desafíos que se presentan. De lo contario, que Dios nos pille confesados.
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