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Andrés Campeny Talleda, socio de Pan Top:

En los años 50 llegaron a Chile los hermanos Antonio y Agustín Campeny. Tenían entre 18 y 20 años. Su destino fue Santiago, para trabajar en panaderías, ya que el franquismo y la post Guerra Civil Española había dejado en el suelo a su natal Cataluña.

Dos a tres años después, el hermano mayor de ambos, Andrés Campeny Vilarnau, llegó también a nuestro capital. Él tenía 28 años de edad y emprendió el viaje junto a su esposa y compañera de toda la vida, Rita Talleda, y su hijo Esteban, de 11 meses.

Aceptó la invitación de su gran amigo Joaquín Riumallo, otro catalán que vivía en nuestro país, quien lo introdujo en el mundo de la panadería al conseguirle un trabajo en el negocio de su hermano José. El lugar fue la panadería Santa Ana, ubicada en calle Portugal, en Santiago Centro.

Como muchos otros inmigrantes y sus mismos hermanos, Andrés partió desde abajo y junto a su familia se instaló en una pieza que se les asignó en la panadería. Con mucho esfuerzo ahorraron peso a peso y tras conseguirse otro capital, junto a sus dos hermanos pudieron pagar el pie de la panadería O´Higgins de San Bernardo.

Los años que siguieron no fueron fáciles. Tenían que sacar adelante la panadería para poder pagar la cuota de la compra y la cuota del dinero extra que se habían conseguido.

Mientras Andrés Campeny se trasladó y se hizo cargo de esa empresa, sus 2 hermanos estaban ya de administradores en otras 2 panaderías.

Tiempo después, se mudó a la segunda panadería que compró con sus hermanos y su amigo Joaquín, y formaron la exitosa sociedad Riumallo, Campeny y Compañía Limitada. La panadería se llamaba Royal y estaba en el paradero 18 de Gran Avenida, en La Cisterna.

Paso a paso, los socios fueron trabajando en las panaderías que compraron y en otras no les quedó más camino que nombrar administradores.

Claro, porque tras años de tesón y sacrificios, el grupo alcanzó todas las metas que se propusieron. Más tarde se integró a la sociedad el sobrino mayor, Esteban Torres Campeny. Juntos llegaron a tener unas 7 panaderías.

Aproximadamente en el año 1978, Antonio Campeny se separó de la sociedad, porque quería optar por otro modelo de trabajo. Así, la empresa quedó con 4 socios y el hermano que se separó inició sus actividades con otra panadería, y al cabo de un tiempo creó su propia sociedad, llamada Pan D'or.

Cuando don Andrés tenía unos 68 años, llevaba 40 trabajando y optó por retirarse. Aproximadamente en el año 2010, cuando ya la mayoría de los socios estaban jubilados se vendieron todos los activos de la sociedad original y se repartieron las utilidades de esa transacción.

Pero la historia de su familia en la panadería no quedó allí. Y para repasar la segunda parte, tenemos que retroceder varias décadas.

SEGUNDA GENERACIÓN

Cuando Andrés Campeny Vilarnau trabajaba en la panadería Royal, creció la familia. En ese contexto nació su hijo Andres Campeny Talleda. Él nos cuenta que, junto a sus 3 hermanos, creció rodeado de la magia y el rigor de la panadería. De hecho, vivió en ella hasta los 18 años, cuando su padre compró una casa para la familia.

Para Andrés hijo, siempre fue natural colaborar en distintas tareas de la panadería. Pero no por eso iba a dejar de lado sus deberes académicos. Al igual que sus hermanos, tenía muy grabados los consejos de su padre, quien los motivaba a tener un título profesional.

Por eso, tras titularse de ingeniero comercial, se inició inmediatamente en la panadería. Pero optó por hacer su camino propio, como muchos emprendedores. De este modo, por 3 años arrendó una panadería (1985- 1989). Luego compró la Pan Sur, un pequeño establecimiento donde luego levantó una nueva empresa.

En el año 2000 se asoció con Rolando Gallego, quien compró la mitad de esa empresa, que pasó a llamarse Pan Top.

En conversación con revista PanArte, Andrés Campeny Talleda recuerda que partió con un modelo de panadería tradicional, con un pequeño salón de ventas y distribución. Pero a poco andar empezó a mecanizar la panadería y decidió enfocarse prioritariamente en el reparto (año 1990 ó 1991). Su idea fue introducir tecnología en la producción, de modo de aumentar la productividad y así fabricar el pan a un menor costo.

Con el paso del tiempo (aproximadamente en el año 2003), comenzó a enfocarse en vender a instituciones, como casinos de empresas. Ello le dio buen resultado y le permitió dar el paso siguiente; es decir, comenzar hace unos 10 años, junto su señora Paula Toro, a vender el pan para las raciones escolares a las empresas que se adjudican las licitaciones de Junaeb.

Al comentarle lo visionario que aparece hoy su decisión de habilitar una panadería distinta, cuando la mayoría persistía por el modelo tradicional, nos dice que el mérito es de su tío Antonio. “Él se separó de la sociedad porque tenía una visión diferente. Fue uno de los primeros que importó maquinaria de España. Y el tiempo le dio la razón. Fue un precursor y me influyó mucho”.

Reconoce que este modelo fue exitoso hasta la pandemia, cuando muchos de los despachos institucionales fueron suspendidos. “Se acabó lo institucional, pero mantuvimos la venta a negocios (almacenes, minimarket y otros). Pero tuvimos que ajustarnos… Inicialmente, todo el equipo humano que trabajaba para surtir los pedidos de instituciones, que eran como 15 personas, pasó a suspensión temporal de sus contratos de trabajo. Cobraban su dinero a través de la AFC. Pero en agosto, ante la incertidumbre, sinceramos la situación y los trabajadores pidieron que se les desvinculara. Así que se les hicieron sus finiquitos”.

Dice que para ambas partes, mantener esta situación no era conveniente. “A los trabajadores la AFC les pagaba un porcentaje cada vez menor de su sueldo y, nosotros, como empresa, estábamos obligados a cancelar todas las cotizaciones. Entonces fue conveniencia mutua terminar la relación laboral. Más aún si varios de ellos querían buscar trabajo y no podían”.

2021

Para este año, Andrés Campeny espera que las ventas mejoren. Ello, porque las vacunas han dado la esperanza de que los colegios puedan retomar sus actividades y/o comiencen a entregar alimentos. “Las empresas han estado llamando de nuevo. Estamos en proceso de negociación”.

No obstante, al momento de esta entrevista, estaba analizando los pasos a tomar en la administración del negocio. “Estoy terminando de automatizar las partes del proceso de producción que me faltaban, tanto en la marraqueta como para la hallulla”.

Dice que con estas mejoras y el equipo de trabajo que mantiene hoy, podría responder al aumento de la demanda que se comenzará a tener en la medida que crezcan los aforos de los colegios. “No deseo contratar más gente, porque si vuelve a pasar lo mismo, no quiero enfrentar problemas similares”, explica.

“Prefiero establecer el límite y la cantidad de producción, sobre la base de lo que puede realizar el personal actual y el aumento de la automatización llevada a cabo”.

A pesar de la incertidumbre, cree que este año las cosas irán mejorando. Espera que este mes pueda vender 12% de lo que vendía antes a instituciones. Apunta también a la apertura de jardines infantiles y de las salas cuna. “En relación a los colegios, se dice que entrarán en forma gradual, así que poco a poco aumentará la demanda y podremos readaptarnos”.

Indica que no le preocupa que haya cambios en las canastas de alimentos, como se ha anunciado, en relación a reducir las raciones de pan. “Hasta el año pasado, el pan que se vendía para los colegios era la hallulla, y entiendo que ahora un porcentaje será marraqueta integral y el resto hallullas. También creo que van a bajar el porcentaje de pan en las raciones escolares. O sea, no lo van a dar todos los días, pero el pan no va a desaparecer, porque es un alimento muy importante”.

“Lo que se busca es integrar un pan con más fibra –comenta-, que tiene un aporte distinto. Esto, creo, será a partir de las licitaciones de este año. Y ante ello, sólo hay que adaptarse al nuevo requerimiento”.

INDUPAN

Desde hace casi 10 años, Andrés Campeny Talleda es director de Indupan Santiago y de Fechipan. Señala que para él ha sido una gran experiencia ocupar estos cargos, porque permiten tener una perspectiva más amplia del quehacer de la industria.

“Estar en una asociación gremial permite, además, estar mucho más actualizado en torno a las nuevas tendencias y el marco legal. O sea, las políticas de gobierno, los cambios de leyes… en todos los ámbitos, la información que se maneja en el entorno gremial es de primera línea. También es muy estimulante poder participar para generar cambios que beneficien a todos los asociados, además de compartir con un enriquecedor grupo de colegas que integran el Directorio”, comenta.

Respecto de la relación del gremio con sus asociados, Andrés Campeny opina que las inquietudes e incertidumbre generaron un mayor acercamiento de las bases. Se fortaleció un nexo a través de las redes sociales en busca de apoyo y asesoría. Y, al mismo tiempo, los industriales se dieron cuenta del rol importante que tiene una asociación para el quehacer de la industria”.

“De alguna manera esto va a generar un cambio virtuoso –agrega-. Por un lado, fue un cambio positivo para nosotros como asociación y, por otro, para los socios que se acercan y finalmente logran percibir los beneficios que les implica pertenecer a una entidad gremial”.

FUTURO

Al terminar la conversación, le consultamos sobre el futuro de su panadería y nos dice que afortunadamente su hijo mayor, Ignacio, está trabajando con él hace un año. Estudió ingeniería y como tenía un dinero, quiso cumplir su sueño de viajar por el mundo. “Se instaló en Barcelona, donde estuvo casi 2 años. Hizo cursos con el gremio de esa cuidad en panadería y pastelería. Además, trabajó más de un año allá en el rubro. Fue una gran experiencia laboral y personal. Así que llegó con muchas ganas y con conocimientos para ser un gran aporte”.

“Eso lo marcó y le dio las armas para desarrollar su espíritu emprendedor. Esto me tiene muy contento, ya que en el tiempo que lleva trabajando, se ha empoderado y se ha ganado el respeto del personal. Ahora está en un proceso de aprendizaje, donde tendrá que pasar por todos los estamentos de la empresa para aprender en profundidad lo relativo a la gestión y producción”.

En forma paralela, Ignacio emprendió con un delivery. “Le ha ido tan bien que se ha tenido que ir agrandando. Ahora lo delegó porque está en la panadería, pero tiene muchos planes al respecto”.

Andrés Campeny dice que la integración de Ignacio le da la tranquilidad de que “a un hijo le gusta el rubro, se está formando y existe una posibilidad concreta de que se haga cargo del negocio en el futuro, cuando yo me retire”.

Espera trabajar hasta los 70 años y dejar a cargo a Ignacio. “Abandonaría las responsabilidades. Sólo buscaría aportar experiencia y colaborar en proyectos, pero no me alejaré al 100% de la panadería, porque ella es parte de mi vida”.

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